Vicente Luis Mora reseña ‘La edad ganada’

«El comienzo, por ejemplo, nos trae a la mente el principio de A Portrait of the Artist as a Young Man, lo que no está nada mal; como en el libro de Joyce, con todas las diferencias que se puedan y quieran ver, se persigue la construcción literaria de una identidad (no su refrito en libro, a lo que últimamente nos han acostumbrado). (…) La edad ganada, que podría haberse titulado Vida sin autobiografía, es una investigación sobre la experiencia y, sobre todo, una elegante indagación acerca de cómo columbrar y reconstruir una experiencia a través de la narrativa, (…). Queremos más.»

«Aunque La edad ganada, segunda novela de Mar Gómez Glez, no sea una ficción del todo lograda, es una obra valiente y singular, creada a través de un procedimiento constructivo tan interesante como valioso: en vez de elaborar, o reelaborar más bien, una vida entera, la autora hace varias calas en la experiencia vital (cuya relación con la propia de la autora no queda clara –ni falta que hace, nos imaginamos diciendo a la protagonista-), escoge varios hitos -identificados por la edad que la protagonista tenía en ellos-, y cuenta una anécdota concreta de ese periodo, pretiriendo, desechando u obliterando los demás. En estos tiempos de escrituras autobiográficas marcadas por el a ver quién la tiene más traumática(la vida, me refiero), con total despreocupación por el modo (y el estilo) de narrar las experiencias, La edad ganada demuestra una sana pulsión crítica y autocrítica de cuestionar el modelo autoficcional existente, en aras de una forma distinta, original ypropia de contar las cosas, que se inserta más en la tradición novelesca que en la autoficcional. El comienzo, por ejemplo, nos trae a la mente el principio de A Portrait of the Artist as a Young Man, lo que no está nada mal; como en el libro de Joyce, con todas las diferencias que se puedan y quieran ver, se persigue la construcciónliteraria de una identidad (no su refrito en libro, a lo que últimamente nos han acostumbrado). “Lo que llamamos yo”, decía Félix de Azúa en Autobiografía sin vida, “no es sino el laberinto de torrenteras abiertas desde el nacimiento y que constituyen un mapa de nuestra memoria, ya que la memoria es sólo ese mapa”[1]. La edad ganada, que podría haberse titulado Vida sin autobiografía, es una investigación sobre la experiencia y, sobre todo, una elegante indagación acerca de cómo columbrar y reconstruir una experiencia a través de la narrativa, que convierte al libro en un ejercicio serio, profundo y (auto)consciente con momentos excelentes, algún error léxico (“infringiendo”, p. 39, por “infligiendo”; “encima”, p. 81, por “enzima”) y otros lugares más mecánicos, aunque siempre dentro de una solvente calidad narrativa. Queremos más.

Aunque La edad ganada, segunda novela de Mar Gómez Glez, no sea una ficción del todo lograda, es una obra valiente y singular, creada a través de un procedimiento constructivo tan interesante como valioso: en vez de elaborar, o reelaborar más bien, una vida entera, la autora hace varias calas en la experiencia vital (cuya relación con la propia de la autora no queda clara –ni falta que hace, nos imaginamos diciendo a la protagonista-), escoge varios hitos -identificados por la edad que la protagonista tenía en ellos-, y cuenta una anécdota concreta de ese periodo, pretiriendo, desechando u obliterando los demás. En estos tiempos de escrituras autobiográficas marcadas por el a ver quién la tiene más traumática(la vida, me refiero), con total despreocupación por el modo (y el estilo) de narrar las experiencias, La edad ganada demuestra una sana pulsión crítica y autocrítica de cuestionar el modelo autoficcional existente, en aras de una forma distinta, original ypropia de contar las cosas, que se inserta más en la tradición novelesca que en la autoficcional. El comienzo, por ejemplo, nos trae a la mente el principio de A Portrait of the Artist as a Young Man, lo que no está nada mal; como en el libro de Joyce, con todas las diferencias que se puedan y quieran ver, se persigue la construcciónliteraria de una identidad (no su refrito en libro, a lo que últimamente nos han acostumbrado). “Lo que llamamos yo”, decía Félix de Azúa en Autobiografía sin vida, “no es sino el laberinto de torrenteras abiertas desde el nacimiento y que constituyen un mapa de nuestra memoria, ya que la memoria es sólo ese mapa”[1]. La edad ganada, que podría haberse titulado Vida sin autobiografía, es una investigación sobre la experiencia y, sobre todo, una elegante indagación acerca de cómo columbrar y reconstruir una experiencia a través de la narrativa, que convierte al libro en un ejercicio serio, profundo y (auto)consciente con momentos excelentes, algún error léxico (“infringiendo”, p. 39, por “infligiendo”; “encima”, p. 81, por “enzima”) y otros lugares más mecánicos, aunque siempre dentro de una solvente calidad narrativa. Queremos más.»

Full text: http://vicenteluismora.blogspot.com.es/2015/07/narrativa-reciente.html

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