Cuestionario librero 122

22 de julio de 2021.

Juan Marqués.

Se le identifica principalmente con el teatro (y no en vano ha obtenido los premios Beckett de 2007, por Fuga Mundi, y el Calderón de la Barca de 2011, por Cifras), pero leyendo Una pareja feliz, su formidable tercera novela (tras La edad ganada y Cambio de sentido), nos tememos que el futuro va a tener dificultades a la hora de decidir si presentarla como “dramaturga o novelista” o “novelista y dramaturga”. Mar Gómez Glez (Madrid, 1977) ha escrito una parábola magnífica sobre lo literalmente salvador y lo literalmente devastador que el amor puede ser, pero se cuenta a través de experiencias de una enorme fuerza simbólica y permitiéndose todo tipo de pequeñas o grandes digresiones: hay claramente un retrato descarnado aunque también indirecto de los Estados Unidos (donde la autora ha vivido doce años), que, como el amor, muestran también su lado seductor y su lado enfermo, lo que tiene de magia y lo que tiene de demencia, lo que tiene de libertad y lo que tiene de trampantojo (de Trumpantojo, se podría decir…).Tras un prólogo tan significativo que casi flirtea con el terror, vamos siguiendo a una pareja en diferentes momentos y en diferentes lugares y contextos, en fases diferentes de su relación: hay una playa costarricense, hay un trepidante capítulo en Las Vegas, hay un epílogo japonés… En el curso 2005-2006 Gómez Glez disfrutó una beca de creación en la Residencia de Estudiantes (donde dirigió una legendaria pieza teatral, El acordeón, de la que sólo se habla a media voz y en contadísimas ocasiones…), pero quedamos con Mar en Esta es una Plaza, un curioso espacio en Lavapiés, gestionado y cuidado por los/as propios/as vecinos/as, y allí le entregamos un cuestionario librero con pregunta final de Izaskun Legarza Negrín, de la Librería de Mujeres de Canarias (Santa Cruz de Tenerife).

(…)

“Querida Mar, en el proceso de creación de esta excelente novela que es Una pareja feliz me gustaría saber (1) cuándo, y por qué decides vincular cada capítulo a un texto ajeno y entretejer tu escritura con fragmentos de esos libros. Y también quiero preguntarte (2) si cualquier historia puede convertirse en obra de teatro y en novela o si cada historia requiere un lenguaje”.

(1) El primer libro que se coló de forma casi automática en la novela fue Confesiones, de Agustín de Hipona. En Una pareja feliz, el capítulo que transcurre en Cartago narra una conversión profunda de la protagonista, aunque sus frutos no se vean hasta mucho más tarde en la novela. Confesiones es uno de los libros clave para entender el poder de un cambio profundo de marco conceptual y personal. Sus palabras retumbaban en mi mente y se fueron colando en el texto. Al principio no sabía si iban a quedarse ahí o si las terminaría fagocitando en los procesos de reescritura. Pronto me di cuenta de que era más interesante mantener su voz al lado de la voz de mi narradora. Ambas voces ansían lo mismo: alcanzar el amor, amar, y lo van personificando o cosificando a lo largo de su vida, hasta que Agustín encuentra a Dios y ella se encuentra así misma conectada con el resto de la naturaleza, entendida esta en un sentido amplio. Ambos consiguen lo que querían, lo que probablemente queremos todas, tocar, aunque sea por un momento el Amor, con mayúsculas. El capítulo de Las Vegas también estuvo unido desde su concepción al Infierno de Dante. El lenguaje es infinitamente sabio y cuando se acuñan adjetivos extraídos de la literatura como “dantesco” suele ser fértil ver qué esconden. Las Vegas ofrece escenas dantescas por cualquier rincón. Las que aparecen en la novela son inventadas, pero creíbles, sobre todo si la protagonista o alguien como la protagonista se acerca a este santuario del recreo neoliberal con un demonio metido en el cuerpo. Las percepciones deformadas del viaje delirante de Dante hacia el infierno se asemejan mucho a las percepciones de la protagonista en su viaje por Las Vegas. Las citas permiten a las lectoras entrar en este universo que, en gran parte, ha generado la mente de la protagonista. Una vez entretejidos estos textos, fue fácil entender que el resto de capítulos estaba pidiendo también su maridaje. Aquí, las parejas felices acaban siendo literarias. En esta novela es tan importante lo que se cuenta como desde qué perspectiva se cuenta, ¿qué anteojos nos ponemos para interpretar la realidad? Las deformaciones no son solo cosa de la voz narradora ni del espejo en el que se proyecta –o golpea– encarnado en su pareja, también hay una cosmovisión muy particular que se resquebraja: hay patriarcado, hay sociedad de consumo, y toda una normatividad que la literatura en ocasiones ayuda a consolidar y en ocasiones dinamita. En este universo literario quise jugar con las diferentes capas de la experiencia de esta tozuda narradora empeñada en sumergirse hasta el fondo, igual que lo hacen las obras que la acompañan. Kafka es otro de los autores clave. El señor K. es a la vez víctima y verdugo de sí mismo, como lo es la protagonista en el proceso a la que se ve sometida en su propia casa.

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