Foto de Fuga Mundi cedida por La Guindalera – © Eva París
Ahora que parece que todo el mundo quiere reírse del mismo chiste, la Guindalera, con esa valentía que les caracteriza, ofrece una historia, Fuga Mundi. Con su principio, su desarrollo y su final. Historia concreta que, con su misterio, interesará y hará feliz a ese espectador al que le gusta sentarse a que le cuenten historias y que se las cuenten bien. Cosa que esta compañía consigue ya que sabiduría teatral le sobra para dar y tomar.
Obra protagonizada por mujeres en un Siglo de Oro que tendía a encerrarlas con cualquier excusa en los conventos. Lugares donde las mujeres licenciosas de la corte expiaban los pecados de la carne y encontraban la vocación perdida entre maitines y vísperas. Lugares donde pasaban otras historias de aquella época de las que se cuenta poco o nada y de las que tampoco se sabe mucho.
El párrafo anterior no debe llamar a engaño. No es una obra que hable de aquella época. Situarla en aquel momento y en un convento es una elección consciente de su autora, Mar Gómez Glez, para poder hablar de hoy sin el acaloramiento y el «tú más» que han impuesto los debates televisivos. Recurso que seguramente contó mucho a la hora de que le dieran el premio Beckett de teatro en 2007 por dicha obra.
Época en la que se eligió a los moriscos como chivo expiatorio. Elegidos por el populacho y la nobleza como causa de que el dios cristiano estuviese infligiendo tantos males al reino de Castilla por acogerlos y permitirles practicar la herejía en la intimidad. Identificados como causa de la ruina económica, de las capitulaciones que se veían obligados a firmar, de la destrucción de la Armada Invencible y de tantos otros males de la época, antes que la forma en la que se reinaba o se dilapidaba el oro de las Indias.
Situación que permite el hablar de muchos temas candentes en el debate público actual. Hablar de rostros velados. Hablar de la amistad, del amor, del deseo y de los celos entre mujeres. Hablar de cómo ejercer el poder. Hablar de la ética en el trabajo. Hablar, incluso, de ese asunto que seguimos sin resolver: de la religión como poder y como espíritu.
No, no se equivoquen, a pesar de lo que se ha dicho, no es una obra en la que les darán la chapa. Ni está llena de discursos. Los espectadores habituales y los micromecenasde la Guindalera ya saben cómo se las gasta esta compañía. Pero hay que recordarlo, lo que hacen es teatro y lo que se ve en escena es una obra vivida en presente para un público al que se le quiere contar y para un espectador adulto, de cualquier edad, al que le gusta que le cuenten historias.
Foto de Fuga Mundi cedida por La Guindalera – © Eva París
Una presencia que se debe a las cuatro actrices que la protagonizan. Desde María Pastor, la actriz fetiche de esta sala y muestra de lo que se puede aprender en suescuela, hasta la joven Anaïs Bleda, recién salida del laboratorio de William Layton, que pone sus frases con el timbre de voz y la expresión precisas. Pasando por Chusa Barbero, cuya sor Prudencia resulta auténtica y fresca sin dejar de ser una monja, y por María Álvarez, nacida para continuar esa tradición de actrices españolas de reparto queridas por el público que debían aparecer en toda película, serie u obra con vocación de popular que se preciase.
Por todo ello, el público disfruta los noventa minutos que dura la representación. Sigue la palabra, porque en este teatro Juan Pastor, el director de la obra, siempre convierte las palabras en acción. Motivos suficientes para que agotaran entradas, a lo que se añade el de la noticia de su cierre, como el ya anunciado de la Zona Kubik o el de la Pensión de la Pulgas. Anuncios que ponen en peligro la diversidad y la vitalidad del teatro madrileño y, por tanto, del teatro español. Y, en este caso en concreto, pone en peligro el teatro basado en la palabra.
Publicado en: http://www.huffingtonpost.es/antonio-hernandez-nieto/fuga-mundi-recurrir-al-pa_b_10601640.html?utm_hp_ref=spain
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‘Fuga mundi’. Barroco en estado puro y genio, mucho genio
Estamos en 1609. La España de los Siglos de Oro. La España de las dos caras. Los contrastes y las moralinas. La España de Velázquez, Quevedo, Lope, Calderón… La España también de la Inquisición y el Concilio de Trento. Las consecuencias de la expulsión de los judíos y la recién estrenada expulsión de los moriscos. Estamos, sin más tintes, en la España que políticamente empieza a resquebrajarse pero que, en materia de cultura, explosiona y se expande. En este instante… «Se sube el telón».
Juana de la Vega (María Pastor) es una escultora de imaginería religiosa de renombre. Su único delito ha sido dejarse llevar por eso que llaman duende al tallar una Virgen con el rostro de una morisca. Como corren los tiempos que corren y la expulsión de los moriscos resuena como eco por las calles de los pueblos y ciudades, a Juana la esconden en un convento de clausura para que repita la escultura y, de paso, se convierta. Hasta ahí la trama. Pero lo cierto es que hay mucho más de fondo. A Juana le persigue ese rostro primigenio de su primera modelo que no hace más que contemplar a cada instante. Es lo que tiene ser genio y mujer, mujer y genio –da igual– que por aquellos tiempos no solo era una osadía sino también el arranque de lo que para muchos de entonces era ser hereje.
La obra está dirigida por Juan Pastor. Lo curioso, es una obra escrita por una mujer, Mar Gómez Glez, quien ya se alzó con el premio Beckett de Teatro por esta obra en 2007, e interpretada por cuatro mujeres (María Pastor, Chusa Barbero, María Álvarez y Anaïs Bleda). Por y para las mujeres, y también para los hombres –faltaría–. Habla de la mujer de hace cinco siglos por donde se pasea también, entre bambalinas, una Sor Juana Inés de la Cruz que late; una Luisa Roldán, más conocida como La Roldana del siglo XVII, la primera española registrada de la que se sabe, conseguía captar el alma en las tallas de los santos y de la mismísima Virgen o Jesucristo…; o también Santa Teresa, la gran Teresa de Ávila con su energía desbordante y su fuerza arrebatadora. Pues bien, entre juanas, teresas y otras santas y no tanto de los Siglos de Oro, se encuentran estas cuatro mujeres que esconden miedos y bondades con las que nos arrastran hasta dentro de sus celdas, y con las que salimos de ellas para tomar aire y retomar la marcha.
¿Saben algo que a mí especialmente me apasionó? Además de que está brillantemente conseguido el ritmo y la energía se cuela hasta llegar a las butacas, me interesó de sobremanera el cariño a la época y el cuidado y el trabajo de mesa generoso y tenaz de Mar Gómez Glez. Uno que sea un devoto del siglo XVII que conmueve, disfrutará con el texto que rezuma los toques ora oscuros, ora luminosos del Barroco; sentirá ese escalofrío propio de los dramas que se escondían tras las rejas de las clausuras, y se dejará atrapar por unos momentos convulsos y disparatados que echaron por tierra aquello que comenzó a entenderse como España. Y el teatro… ¿Qué se puede decir del teatro y las cofradías, esos espacios que nacieron en el corazón de los claustros y plazas públicas que después se convertirían en el opio del alma para el pueblo en los corrales de comedia? Podría seguir añadiendo logros a la lista pero prefiero que sean ustedes los que aumenten las virtudes de este trabajo sobre todo de mesa, de ese que no se ve pero se trasluce, de la directora.
Más de uno se estará preguntando que qué sucedió con Juana, la imaginera encerrada en el convento, y si consiguió o no terminar su encargo. Supongo que saben que esa respuesta tendrán que resolverla ustedes. Solo el pero del final para la pieza. Que cada quien, lo considere.
Vayan a ver la obra. Vayan a pensar la obra. Vayan a vivir Fuga Mundi porque como Juana, muchos somos los que, aun estando o no presos, amamos y devoramos la vida con esa pasión que desborda y que todo lo transmuta.
Iria F. Silva (@Iriafsilva)