Nueva Tribuna en el diario EL PAÍS
23 de agosto de 2025
Dejo aquí un extracto. Para el artículo completo, por favor, visite: https://elpais.com/opinion/2025-08-23/que-ensenan-los-ciclistas-a-los-conductores.html
Detrás del volante suspiraba al ver las finas ruedas en el horizonte. Quería que desaparecieran. Hasta que un día acepté que me desubicaran. En estos tiempos de máxima desconfianza el ciclista es la única persona en el mundo que todavía confía en la humanidad. Detrás de su fe, aparece la esperanza. El ciclista conoce la cifra de muertos y accidentados que esgrime cada año la DGT. Sabe que ellos se encuentran dentro del colectivo más vulnerable. Aun así, sale. Confía en que los conductores respetemos las frágiles costillas que asoman bajo el mallot. A diferencia del conductor, no puede depender de sí mismo. Su seguridad se somete a nuestras acciones. Conducir una máquina recubierta de metal nos responsabiliza. Una de las primeras y más importantes lecciones que interiorizamos cuando aprendemos a circular es no dar nada por sentado, ni asumir que el comportamiento de los demás será modélico. Es decir, la conducción, lleva integrada la separación y la desconfianza. Entre otras cosas porque desde su origen el coche tuvo la finalidad de separarnos. Por un lado, están quienes viajan dentro de mi coche y, por el otro, el resto. En la época que fue inventado, nos recuerda André Gorz, procuraba a unos cuantos burgueses muy ricos el inédito privilegio de circular mucho más aprisa que los demás. Antes, la calesa del señor o la carreta del campesino circulaban, más o menos, a la misma velocidad. El nuevo vehículo de autotracción generó un mito de excepcionalidad que todavía sobrevive a pesar de que su uso se haya generalizado.